Cuántas veces decimos que “uno es artífice de su propio destino”? Frases hechas si las hay, y que en la mayoría de los casos se repite como un versito que se aprendió de memoria en la primaria, pero que pocas veces se entiende el significado. Con años de terapia pude llegar a comprenderla, la entiendo y me la repito todo el tiempo, estoy convencida de que es así, que nada en la vida es fortuito, que nada es casual, sino todo es consecuencia de nuestras elecciones, desde la más insignificante, como puede ser la elección de la ropa que voy a llevar ese día, como ponerme el jogging y sentirme la mujer más fea de la tierra en donde ni los muchachos de la construcción se detienen a mirarme, o ponerme “la” mini de jean, que (modestia aparte) me queda bastante bien, y siempre algún piropo escucho cuando voy caminando.
El tema es que lo que acabo de describir, es un discurso bien aprendido, juego a creermelo, me digo todo el tiempo y le digo a todo el mundo que de eso se trata la vida, pero mis sensaciones son absolutamente opuestas.
No siento que ninguna de mis elecciones vaya a cambiar mi rumbo, tengo miedo de tomarlas y siempre estoy esperando que “llegue” o “me toque”, pero eso, claro, nunca va a pasarme. Eso es algo que le pasa a otro, recibirse, tener una pareja, trabajar de algo que le guste, tener hijos, son cosas que le pasan a los demás, a la otra gente, no a mí. Y si en algún momento me pasó, es porque se equivocó, le erró de puerta, quería ir a lo de mi vecina, pero se confundió de departamento.
Entonces por supuesto, que lo que así cae, de regalo, se va ni bien se da cuenta de la confusión, y me quedo nuevamente sola, esperando que otra vez que el destino se desoriente y me despabile con un vientito fresco, y me haga pensar que esto sí me va a durar toda la vida, que yo también puedo ser feliz, que lo merezco.
Es en este punto donde quiero autoanalizar mi comportamiento. Cuando en un punto soy correspondida, cuando por ejemplo, el hombre que elijo, me elije… entonces, ahí es cuando empiezo a actuar como si recibiera un regalo que no es para mí, cuando me siento agradecida, pero no conmigo misma por haberme permitido vivir esto, sino con el otro. Siento la necesidad de agradecerle al otro que esté conmigo, y este agradecimiento es tan gigante, que trato de cumplirle todas y cada una de sus expectativas, incluso y principalmente, olvidando las mías. Relego todos mis sueños y mis ganas, las subordino a lo que el otro espera de mí, y así, me hago invisible, porque supongo que la persona que se fije en mí, también querrá cumplir mis expectativas, y nunca se las muestro por miedo de que no coincidan y que se vaya y me quede otra vez sola y esperando…
El tema es que lo que acabo de describir, es un discurso bien aprendido, juego a creermelo, me digo todo el tiempo y le digo a todo el mundo que de eso se trata la vida, pero mis sensaciones son absolutamente opuestas.
No siento que ninguna de mis elecciones vaya a cambiar mi rumbo, tengo miedo de tomarlas y siempre estoy esperando que “llegue” o “me toque”, pero eso, claro, nunca va a pasarme. Eso es algo que le pasa a otro, recibirse, tener una pareja, trabajar de algo que le guste, tener hijos, son cosas que le pasan a los demás, a la otra gente, no a mí. Y si en algún momento me pasó, es porque se equivocó, le erró de puerta, quería ir a lo de mi vecina, pero se confundió de departamento.
Entonces por supuesto, que lo que así cae, de regalo, se va ni bien se da cuenta de la confusión, y me quedo nuevamente sola, esperando que otra vez que el destino se desoriente y me despabile con un vientito fresco, y me haga pensar que esto sí me va a durar toda la vida, que yo también puedo ser feliz, que lo merezco.
Es en este punto donde quiero autoanalizar mi comportamiento. Cuando en un punto soy correspondida, cuando por ejemplo, el hombre que elijo, me elije… entonces, ahí es cuando empiezo a actuar como si recibiera un regalo que no es para mí, cuando me siento agradecida, pero no conmigo misma por haberme permitido vivir esto, sino con el otro. Siento la necesidad de agradecerle al otro que esté conmigo, y este agradecimiento es tan gigante, que trato de cumplirle todas y cada una de sus expectativas, incluso y principalmente, olvidando las mías. Relego todos mis sueños y mis ganas, las subordino a lo que el otro espera de mí, y así, me hago invisible, porque supongo que la persona que se fije en mí, también querrá cumplir mis expectativas, y nunca se las muestro por miedo de que no coincidan y que se vaya y me quede otra vez sola y esperando…
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Y a vos qué te pasa???