miércoles, 11 de febrero de 2009

El mejor hombre del mundo...


Todo lo que escriba no puede alcanzar ni remotamente a describir lo que siento. Porque es una sensación inexplicable, es dolor, bronca, enojo, amor, ternura, tristeza, angustia, orgullo, agradecimiento. Creo que me estoy olvidando alguno, pero esos son los principales.
Tu fortaleza, la que tuviste sobretodo este último tiempo, es lo que me ayuda a mantenerme en pié.
Soy feliz por haber estado en tu vida y más feliz de que hayas estado en la mía.
Nos faltaron muchas cosas de compartir, pero vivimos otras tantas que fortalecieron nuestro lazo, y nos unieron cada vez más.
Viejo, sos un grande, un gigante lleno de amor, de generosidad, de valores. Y digo “sos” no por negación, sino porque estás todo el tiempo conmigo. Tu mirada, tus palabras, tus silencios, tu ejemplo, están acá y no se van a ir nunca.
Haberte tenido como papá fue el regalo más hermoso que me dio la vida. Espero que vos haya sentido lo mismo por mí.
Hablo de vos y me lleno de orgullo, hombres como vos están en extinción, cada vez quedan menos.
De una honestidad y una entereza que me hacen sentir chiquitita, casi insignificante.
Un hombre con valores, consecuente en sus actos, terco y obstinado como pocos, con un corazón tan enorme, fuerte y valiente, que seguía funcionando contra todos los pronósticos.
Fuiste el mejor papá del mundo, el que hubiera elegido si no me hubiese tocado.
Sos la persona que me hizo ser esta mujer que soy, el que me hizo tener ideales, creer en la gente, el que me educó para tener buenos amigos, el que me apoyó siempre en todo momento, el que me dijo “esta siempre va a ser tu casa, podés ir y venir, pero acá siempre va a estar tu lugar para cuando lo necesites”, el que me cuidó, el que me protegió, el que siempre se jugó por mí.
Te amo y mi amor trasciende cualquier barrera.
Me arrepiento de no habértelo dicho más veces, de no haber pasado más tiempo con vos.
Papito, te amo con toda mi alma. Siempre vas a estar conmigo, porque soy tu obra, soy parte tuya.
Desde donde estés, espero que estés leyendo esto: TE AMO HASTA EL CIELO INFINITO PUNTO ROJO CASITA DE DIOS.
Hasta siempre pá, saludos al “Comandante”, espero que ya lo hayas conocido.
No puedo ponerle punto final a esta carta, porque no quiero despedirme de vos, así que la termino así, con puntos suspensivos…

martes, 3 de febrero de 2009

Elige tu propia aventura


Cuántas veces decimos que “uno es artífice de su propio destino”? Frases hechas si las hay, y que en la mayoría de los casos se repite como un versito que se aprendió de memoria en la primaria, pero que pocas veces se entiende el significado. Con años de terapia pude llegar a comprenderla, la entiendo y me la repito todo el tiempo, estoy convencida de que es así, que nada en la vida es fortuito, que nada es casual, sino todo es consecuencia de nuestras elecciones, desde la más insignificante, como puede ser la elección de la ropa que voy a llevar ese día, como ponerme el jogging y sentirme la mujer más fea de la tierra en donde ni los muchachos de la construcción se detienen a mirarme, o ponerme “la” mini de jean, que (modestia aparte) me queda bastante bien, y siempre algún piropo escucho cuando voy caminando.
El tema es que lo que acabo de describir, es un discurso bien aprendido, juego a creermelo, me digo todo el tiempo y le digo a todo el mundo que de eso se trata la vida, pero mis sensaciones son absolutamente opuestas.
No siento que ninguna de mis elecciones vaya a cambiar mi rumbo, tengo miedo de tomarlas y siempre estoy esperando que “llegue” o “me toque”, pero eso, claro, nunca va a pasarme. Eso es algo que le pasa a otro, recibirse, tener una pareja, trabajar de algo que le guste, tener hijos, son cosas que le pasan a los demás, a la otra gente, no a mí. Y si en algún momento me pasó, es porque se equivocó, le erró de puerta, quería ir a lo de mi vecina, pero se confundió de departamento.
Entonces por supuesto, que lo que así cae, de regalo, se va ni bien se da cuenta de la confusión, y me quedo nuevamente sola, esperando que otra vez que el destino se desoriente y me despabile con un vientito fresco, y me haga pensar que esto sí me va a durar toda la vida, que yo también puedo ser feliz, que lo merezco.
Es en este punto donde quiero autoanalizar mi comportamiento. Cuando en un punto soy correspondida, cuando por ejemplo, el hombre que elijo, me elije… entonces, ahí es cuando empiezo a actuar como si recibiera un regalo que no es para mí, cuando me siento agradecida, pero no conmigo misma por haberme permitido vivir esto, sino con el otro. Siento la necesidad de agradecerle al otro que esté conmigo, y este agradecimiento es tan gigante, que trato de cumplirle todas y cada una de sus expectativas, incluso y principalmente, olvidando las mías. Relego todos mis sueños y mis ganas, las subordino a lo que el otro espera de mí, y así, me hago invisible, porque supongo que la persona que se fije en mí, también querrá cumplir mis expectativas, y nunca se las muestro por miedo de que no coincidan y que se vaya y me quede otra vez sola y esperando…

lunes, 2 de febrero de 2009

Exponiendo...

A veces, cuando camino por la calle, miro a todos los hombres que pasan por mi lado preguntándome si alguno de ellos será mi próximo amor, si habrá alguien destinado a estar conmigo o si alguna vez encontraré a la persona que me va a acompañar en la vida. La mayoría de las veces pienso que no, que el amor se hizo para que lo disfrutaran otros, que el destino no tiene a nadie reservado para mí.
Escucho y leo todo el tiempo y por todos lados que el amor llega en el momento menos pensado, pero… WTF!!! Dónde está la parte que me toca?
Quiero creer, pero no tengo fe. Quiero sentir que también puede ser para mí, pero cada cosa que me pasa se empeña en demostrarme lo contrario.
Si bien el hecho de formar una familia no está en mis prioridades, y mis ganas de sentirme contenida no signifiquen querer casarme mañana, necesito tener a alguien al lado para compartir mis cosas, para sentir el abrazo en donde pueda descansar, para contar con el otro en momentos duros como los que me tocaron vivir.
Deseo con todo mi corazón el mimo reparador, preparar la cena con entusiasmo para dos, que los ronquidos del otro no me dejen conciliar el sueño, que el dormir cucharita me haga despertar en mitad de la noche toda transpirada por el calor.
Tengo ganas de que haya dos cepillos de dientes en lugar de uno y que el pomo de dentífrico esté apretado por el medio.
Quiero dejar de encontrar las cosas tal cual las dejé cuando salí de casa, y desocupar la mitad de mi placard, aunque eso signifique tener que regalar pantalones que no me andan, los cuales guardo con la esperanza de poder volver a meterme en ellos algún día.
Me parece que no es algo tan complicado. Son cosas que para la mayoría de la gente es normal, y para mí es más difícil que escalar el Himalaya en musculosa y ojotas.

De Mí...

Ya pasé la barrera de los 30, no voy a decir mi edad exacta por vanidad. Lo que sí voy a hacer será contar mi vida desde la visión más totalizadora que pueda.
Nací en una familia bien constituida, y fui una bebé muy deseada, que le trajo mucha alegría a unos padres de vida común, sin mayores sobresaltos que el que les daba el despertador a la mañana cuando sonaba para ir a trabajar.
Hasta los dos años fui hija única, la única heredera de un trono pequeño pero seguro. Se imaginarán, que por la edad, no tengo recuerdos de esa época en la que parece que fui feliz y vivía rodeada de gente que me quería, y malcriada por padres, tíos y tíos postizos.
A los dos años casi exactos de mi nacimiento, llegó mi hermano. Siempre tuve una relación amor-odio con él. Mas amor que odio, por suerte.
Fuimos la familia “tipo” argentina, mis padres ya tenían la “yuntita”, o sea que ya habían cumplido la misión para la que habían venido al mundo. Ahora se trataba de mantener el nivel de vida de una familia de clase media, común, como la sociedad manda.
Los días pasaban tranquilos, tuve una infancia feliz. No tengo muchos recuerdos de haber jugado con mi hermano, y los pocos que tengo son de terminar agarrados de los pelos mal, pero nunca imaginé una vida sin él.
Pasé la primaria bien, sin conflictos. La secundaria me costó un poco más por no estudiar lo suficiente por pura rebeldía.
Tuve mi primer y único novio a los 15, casi 16, con el cuál tuve muchos proyectos de vida, ya que estuvimos juntos poquito más de 8 años, pero no fue.
Tengo muy buenos amigos y soy una persona bastante sociable, no me cuesta establecer vínculos cuando de hacer amigos se trata. En cambio el tema de la pareja es el leit motive de este blog y lo que me impulsó a escribir y descubrir.
Hice terapia por 4 largos años, aprendí muchísimo, pero me falta mucho mas.
Este último tiempo tuve que aprender a hacerme cargo de mi, y también de situaciones que me superaron, pero pude con todas y cada una de ellas… y sola!
Al resto se lo cuento dosificado en algo así como un “post” y veremos qué pasa…